lunes, 3 de abril de 2006

ARTÍCULO OPINIÓN MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ. DIARIO LA TRIBUNA.



EL ENTE

No lo puedo evitar: cada vez que escucho o leo la palabra “pacificación”, me viene a la memoria La Guerra de las Galias, de Julio César. No lo puedo evitar. Y es que eso de la deformación de las palabras, más que un síntoma, se ha convertido en una epidemia. Pero claro, el Castellano es como un chicle: da para casi todo, y la “pacificación” del “conflicto”, al final, es un triunfo de la necedad, un ente abstracto que acaba siendo nada, humo. Y en esas estamos.
Hace unos días, en un territorio lejano, alguien me preguntaba la razón de por qué en Castilla-La Mancha detrás de cada periódico o cadena de televisión había una empresa, mayormente dedicada a eso de los asuntos inmobiliarios. Sabiendo lo que contestarle, me callé, porque siempre he opinado que las vergüenzas de dentro no son para airearlas demasiado, que el enemigo anida en las periferias, y nunca se sabe…
Creo imprescindible en un país serio la existencia de una radio y una televisión públicas, alejadas del control político, y capaces de ofrecer una información cercana al ciudadano. Imprescindible, que no utópico. Con la poda inmisericorde que el gobierno de Zapatero propina al Ente, se liquida esta idea, y se acude al centralismo para así mejor dictar consignas, guiones y teledirigir al ciudadano. Hablo de información, no de opinión. Yo quiero información, y eso es lo que obtengo todas las mañanas a las nueve y veinte en Radio 5. Luego me pongo la COPE, un rato más tarde la SER y luego Radio Nacional u Onda Cero. Ahí ya la información se viste, más o menos, de diferentes tonalidades, a gusto del consumidor. Creo imprescindible en un país serio la existencia de una radio y una televisión que ofrezcan contenidos de calidad, documentales, tiempo para la palabra y la educación. Pero en este país, cuando queremos igualar el nivel, cortamos por arriba, no empujamos al de abajo, es decir, podamos, ajustamos al nivel más inferior. Y así, en estas, claro que nos sobra una televisión pública que tienda a eso, a ser referente de imparcialidad y calidad. Pero, con esa televisión, y con ciudadanos que la vieran, eso de la “pacificación” del “conflicto” no sería tan fácil de vender. ¿O sí?

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